Cuando acabo de terminar de pagar la cámara con la que hemos grabado la peli, me he vuelto a hipotecar durante un año más, pero por fin tengo un ordenador donde editar sin tener que molestar a nadie más que a mí mismo (se aceptan apuestas sobre cuántos kilos voy a perder).
Ahora comienza el caos de verdad... las llamadas a medianoche a los actores con crípticas preguntas como "¿te ha crecido mucho el pelo?" o "¿tienes aún esa chaqueta?"... el reeditar una y otra vez una escena, añadiendo o quitando un puto fotograma, lo que hará que Matías, el compositor, quiera matarme... el no salir durante meses... las noches en vela.... los llantos... las risas...
La diversión.
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